Creo que es el pie izquierdo, o creo intuirlo, el que siempre se adelanta. Quiero decir, me levanto con el pie izquierdo y no es la señal supersticiosa de empezar mal los días. Simplemente es así, tengo el pie siempre dispuesto para irme. En serio no puedo detenerme desde que tengo consciencia. Y sobre esto quiero hablar, la necesidad siempre de ir y de moverme porque no puedo quedarme quieto.
Quizá
deberían encadenarme, no lo sé. Pero de lo que sí estoy seguro es que ese pie
izquierdo, de allí brota cierta raíz que me ha dado por investigar. A mi madre
siempre le pregunté de dónde viene eso y fue cuando me contó una historia (bueno,
una de tantas, pero una que no me había contado ni repetido): es herencia me
dijo y no puedo culparlos de esa cuestión de la libertad que siempre han
tenido. Pero no es herencia mía, eso viene de años y desde mi abuela Carmela.
La
viejita por azares del destino nació en Sicilia, Italia en 1800 y pico, hija de
gitanos nómadas y que por alguna razón vinieron a parar a Guatemala. Eran pues,
además, artistas. Eran entendidos en todo lo relacionado a las artes adivinatorias
y las premoniciones. Según mi madre, el día que ella nació su abuela Carmela le
heredó sus aretes de cuando ella fue una bebé. Mi abuela de nombre Fidelia
mucho tiempo después le contó a mi madre - ya siendo ella adulta - que a partir de ese momento pasó tres días exactos
con fiebre, pero no hizo nada dado que al instante la viejita alcanzó a decir:
te heredo el don de acertar.
Pero parte de la otra herencia está en la
sangre, me dijo: parte gitanos parte nómadas, y contra eso nunca podremos hacer
nada. Es más – me dijo – el día que usted nació le amarró una pulsera hecha de
pimienta gorda e hilo rojo en el pie izquierdo para protegerlo de la frialdad
de los enigmas como decía ella, pero también sacó un trocito de colmillo de
elefante conjurado y le pinchó la palma de la mano; ese lunar que usted tiene
allí no es un lunar sino una astilla que le quedó cuando ella intentó
quitárselo porque usted lo agarró.
La viejita se rio con ternura mostrándome su manita con un punto de sangre con el pedazo de colmillo y después de darle un beso en la frente me dijo: no te preocupés mija, de mi herencia, cuando yo no esté es al único que en el camino voy a dejar escoger.